Gracias a su talento, Tamburini pronto se convirtió en una figura destacada en la escena arquitectónica argentina.
Entre sus obras más famosas se destacan la Casa Rosada, sede del gobierno argentino, el proyecto del Teatro Colón, uno de los teatros de ópera más grandes del mundo, realizado por sus alumnos, y el majestuoso Palacio de Congresos, evidencia tangible de una imponente visión arquitectónica, influenciada por el clasicismo europeo.
Su obra marcó profundamente el rostro de Buenos Aires, dejando un legado perdurable que aún hoy caracteriza la identidad de la capital argentina.
Esta historia refleja un aspecto fundamental de la historia de la emigración: a medida que los emigrantes buscaban oportunidades económicas en el extranjero, trajeron consigo tradiciones y habilidades de sus países de origen, ayudando a dar forma a nuevos mundos.
Tamburini, que dejó la región de Las Marcas con el sueño de establecerse profesionalmente, ha logrado transformar el paisaje urbano de toda una nación, haciendo que su nombre sea inmortal.
A pesar de su éxito en tierras extranjeras, Tamburini nunca olvidó sus raíces de Las Marcas, y el vínculo entre su identidad italiana y su contribución a la cultura argentina es un ejemplo vívido de cómo la migración puede ser un puente entre diferentes culturas.
Su vida nos enseña que la migración no es solo una pérdida, sino un enriquecimiento mutuo para los países de origen y de destino, y un medio para redescubrir y valorar las propias raíces, incluso en tierras lejanas.
De esta manera, Francesco Tamburini no solo cambió la fisonomía arquitectónica de Buenos Aires, sino que también demostró el poder de las raíces de Las Marcas, que siguen inspirando y resonando en todo el mundo.